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martes, 10 de mayo de 2016

"Alguien que está en lugar de algo" | Séptima Teórica - Vol. 2 (09/05) - Reflexión

                                                                  Recapitulamos y cerramos el círculo.


   En la teórica de hoy (bueno, ayer, técnicamente) pudimos entender la otra parte del retrato, esta especie de función doble, inversa, simbiótica: así como el retrato es algo en el lugar de alguien, volviéndose ese alguien, el retratado puede llegar a ser y volverse al servicio del retrato aquello que el fotógrafo quiere llegar a volver visible. Dejar nombres, historias, orígenes al margen, y volverse trascendentales, tanto en espacio como en tiempo.
   Creo que quedó muy en claro con el ejemplo de la Venus de la pintura de Botticelli. Ya no Simoneta,  «La bella Simonetta», sino Venus, y no Venus, sino La Belleza.
   
A medida que íbamos viendo los diferentes fotógrafos y sus obras, llegó un punto en que pensé que el siguiente sería el último, pero siempre había alguien más.... parecía que no terminaba nunca. Es, por un lado porque nuestros cerebros universitarios están programados para una atención de hasta 2 horas como máximo antes de necesitar un corte, pro también porque sí, son muchos. Y aún hay más fotografías que no vimos. Y aún más fotógrafos. 
  A algunos los conocía, aunque tan sólo fuera por una imagen famosa. A otros no, y si bien a primera vista a veces no veo las particularidades de cada uno, me hace mucho bien escuchar cómo, tanto docentes como estudiantes, encuentran detalles, significados, referencias. Me ayuda y me motiva a mirar más. Fue, creo, cuando llegamos al tipo de tomas de la propaganda rusa comunista, cuando se confirmó mi comprensión acerca de como una persona puede volverse un "ideal, causa, pensamiento"; recordé lo que HAMI me dejó de los films de esa época y lo que vimos sobre lograr un impacto, provocar una reacción, una asociación. 
   Con el ejemplo de El Retrato de Dorian Gray, la implicancia del retrato y su valor, su significancia, su potencial, se volvió más compleja todavía.

   Ahora que medito sobre lo que vimos - entre el popurrí clásico, icónico, bizarro, (hoy sí) explícito, irónico o crítico o paradójico - puedo caer en la cuenta del infinito mundo de las miradas. Las miradas y las acciones, diría. Porque ¿un retrato con una reacción que provocamos adrede de alguien más, buscando algo específico, deja de ser un retrato? También está aquel del que no planeamos nada, aquel que parece que en realidad nos encuentra a nosotros. ¿Y ese? 
   ¿Se puede medir un retrato en su "verdad"? ¿O hay alguno que no la tenga, aún en una pequeña medida, aún si está producido?
   Lo que puedo rescatar en común de todas esas miradas, algunas abismalmente diferentes a otras, es que en cada búsqueda hay una gran observación. No gran en cuanto a tiempo, fueron totalmente espontáneas, o después de horas, o después de meses de pensar una idea, o recién al verlas todas, no importa. Gran en la fineza del ojo. Para reconocer algo irrepetible o escondido o manifiesto o trascendente. Para reflejar lo único de la propia mirada, y traducirlo para la cámara. Para tener en cuenta el contexto del otro, el mío, el de aquel que va a observar en otro tiempo, en otro lugar.
   Para seguir el instinto, la ideología, las motivaciones, el hambre de buscar algo nuevo o algo más. En lo que sea que nuestro corazón se ponga.

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